Hace cuatro meses nació Sibila. Si antes mi pasión era descubrir las maravillas del mundo, ahora lo es hacerlo con ella. Juntas recorremos Madrid y sus alrededores.
CEREBRO REPTILIANO
Los bebés se enteran de mucho. Entienden el mundo de forma sinestésica, es decir, mezclando las percepciones de los cinco sentidos. La información no solo se graba en el cerebro, sino que deja una huella profunda en el inconsciente.
La historia de cada ser humano en este mundo se desarrolla siguiendo una secuencia evolutiva: nacemos de la colisión entre una gran célula redonda y un bichito con rabo, luego cogemos envergadura cuando este cuerpo se multiplica. Primero somos amebas, luego peces, más tarde lagartos, ratones, monos y finalmente homo sapiens. Nuestro cerebro humano consta de tres sistemas cerebrales independientes que cooperan para sentir, pensar y emocionarse: el cerebro reptiliano (básico), el paleomamífero (sensorial) y el neocórtex (racional).
En los últimos meses en la barriga de mamá y los primeros fuera de ella, es el cerebro reptiliano el que gobierna al bebé, mientras se desarrollan el sensorial y el racional. Es muy primitivo y visceral, porque está directamente orientado a asegurar la supervivencia. Para ello, mantiene las funciones automáticas del cuerpo -respiración, circulación, reflejos, hambre…-, y repite sistemáticamente los mecanismos seguros -por ejemplo, un lagarto encuentra el camino más eficiente y libre de peligros hacia su fuente de comida y si le funciona lo repetirá toda la vida-.
Este cerebro reptiliano es instintivo e irracional, pero graba una impronta permanente de las cosas que vive. Por eso, lo que experimentamos de bebés deja una huella muy profunda en nosotros, probablemente más intensa que los recuerdos de etapas posteriores, cuando se desarrolla el cerebro sentimental y el racional.
Los bebés lloran, maman, hacen pipí y caca, duermen, sonríen, se asustan… y con ello se aseguran de mantener su cuerpo en funcionamiento y el vínculo emocional con el/los adultos de los que dependen. Pero también tienen mucha, mucha curiosidad. Su alma necesita alimento, y la comida son el amor y los estímulos. Las vivencias se insertan en lo más profundo de nuestro cerebro cuando las experimentamos de bebés.
MADE FOR BABIES
La mayor parte de los bebés tienen juguetes. Pero, por alguna razón, los niños del «primer mundo» viven rodeados por un panorama bastante homogéneo de objetos de plástico con luces y sonidos estridentes, de nubes, estrellas y conejitos de color amarillo, rosa, azul y verde chillón. ¿Se entretiene un bebé con estos objetos? Sí. Pero ¿qué pasa si lo dejamos experimentar el mundo cotidiano, la naturaleza y el arte? ¿No son infinitamente más ricas las estrellas y nubes del cielo y los conejos del campo? El mundo es una fuente maravillosa de descubrimientos de toda clase.
Por si estas razones no fueran suficientes, añadimos que nuestros bebés sienten prácticamente a través de nuestras emociones. Yo no me conmuevo ante un gusano de plástico sonriente, pero me entusiasma mirar y oír las hojas de los árboles, y a mi bebé le encanta verme sonreír y sentir conmigo la naturaleza.
PLACER ESTÉTICO
El gusto es la “forma propia que tiene cada persona de apreciar o valorar las cosas” o la “capacidad que permite distinguir o saber elegir algo por su calidad, belleza o valor”. Se forja desde que se nace y condiciona la relación que tendremos con el mundo durante el resto de nuestras vidas. Por eso es muy interesante exponer a los bebés a lo que a nosotros nos produce placer estético, dejar que sientan la riqueza de texturas, colores, olores y sabores.
EN LA PRÁCTICA
Los bebés necesitan mucha, mucha paz y tranquilidad, por lo que es importante mantener las rutinas y arroparlos con la seguridad del hogar. Pero también son importantes las excursiones y paseos, porque el hambre no es solo de leche, sino también de novedades y aires diferentes. A mí me emociona el arte, la naturaleza y la vida cotidiana. Y a Sibila, mi hija, también.
Aventurarse con un bebé por un mundo «made for adults» no es tan complicado como parece, pero tiene sus limitaciones. Nosotras buscamos lugares agradables, limpios y tranquilos. Y nos tomamos el tiempo que necesitemos, intentando armonizar nuestros ritmos. Nos gustan las cafeterías con cambiadores de bebé, poco ruidosas y con vistas al exterior; los museos con sitios para sentarse y fácil accesibilidad y los parques y campos con pocos mosquitos, muchas sombras y terrenos fáciles. Y solo vamos a lugares donde la lactancia se vea como algo natural.
Mi propósito aquí es contar nuestras experiencias descubriendo y disfrutando, dejándonos envolver por la belleza y animar a los demás padres a vivir la vida con sus bebés haciendo excursiones en las que todos crezcan. Y también nuestras crónicas de la vida cotidiana. Esta es la historia de Dácil y Sibila.
No te imaginas cuánto comparto tu forma de ver las cosas. Me da cierta pena que sea tan sumamente complicado entender cómo funciona el cerebro de un bebé y demostrar desde un riguroso punto de vista científico que es tal y como lo cuentas. Sin ser yo excesivamente creyente en grandes religiones, encuentro que todo eso que tiene lugar en ese cerebro reptiliano, en ese pequeño mamífero recién nacido que apenas se diferencia todavía de otros animales llenos de impulsos e instintos, tiene algo casi mágico y muy espiritual (¿has leído el libro «Mamamorfosis»? Hay mucho de eso ahí también desde el punto de vista de las mamás).
También me da cierta rabia ese empeño que tenemos por crear un mundo aparte para los niños, aislándolos de lo que al fin y al cabo es la vida. En casa hemos intentado hasta ahora huir en la medida de lo posible de los juguetes estridentes y nuestra hija apenas ha jugado con esos estruendosos aparatos de plástico llenos de luces y colores chillones. Preferimos que juegue con el mundo que la rodea, con los alimentos y los cacharros de la cocina, con las hojas y la arena del parque…
Y no te imaginas cuánto me fastidia que me digan que los bebés necesitan que los estimulemos. Nos estamos volviendo locos. ¡Pero si el mundo entero es un estímulo para ellos! Lo que hay que hacer es dejar de encerrarlos en esos mal llamados «parques» que no son sino un metro cuadrado de suelo blandito rodeado de barrotes de madera y acompañarlos a descubrir el mundo. No necesitan música chillona para niños; ¡nuestra música les encanta! No necesitan un libro que ladra cuando pulsas un botón; ¡necesitan poder jugar con un perro!
Le estamos dando la vuelta a todo y creo que en nuestro afán por darles lo mejor les estamos robando la realidad. En fin, que me lío. Bienvenida 😉
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Hola Enrique! Muchas gracias por tu comentario.
Los bebés son absolutamente mágicos. Freud proponía llamarlos «su Majestad el bebé», no te digo más.
Mil gracias por recomendarme el libro, no lo conocía, pero ya lo he empezado (lo distribuyen gratuitamente en PDF y eBook aquí: http://www.bubok.es/libros/242291/Mamamorfosis-Las-200-caras-de-la-Luna) y es genial!! Me encanta, es una joya.
Sí, yo también huyo de los juguetes que parecen pequeñas ferias… claro que los bebés se quedan hipnotizados, pero no me parece nada bueno… estamos creando zombies, yonkis de la sobrestimulación y personas que tienen mucho, mucho miedo de salir de su área de confort (porque han crecido en un parquecito acolchado con barrotes).
Queremos bebés despiertos!!!
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Hola! Encantada de conocerte. Comparto tu forma de pensar. Te sigo desde ya. Un besito y vamos hablando.
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Hola, encantada de conocer tu blog. un besito!!
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Me encanta! menos estímulo d plástico y más esencia 🤗
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Soy la abuela de Sibila. Desde muy pequeña llevé a mis dos hijos: Dácil y Mencey, a lo que yo hacía habitualmente: conciertos, exposiciones, viajes, al botánico… o a mi trabajo. No fui una madre al uso y casi todos me criticaron por ello, a veces fue francamente duro ir contracorriente. Pero ahora veo los resultados y me siento orgullosa. Enhorabuena, Dácil y también a todos los que siguen este blog. Un mundo mejor y más inteligente es posible.
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¡Enhorabuena por tu blog! Estoy de acuerdo contigo, el mejor juguete de los bebés son su papá y mamá. Ni el juguete más caro en el corte inglés se puede comparar con el cucú tras. 🙂
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