Dónde: Museo Reina Sofía (Atocha)
Cuándo: lunes de 10:00 a 21:00, de martes a sábado de 10:00 a 21:00, domingos y festivos consultar
Cuánto: 8 euros (gratis reducida)
Cómo: carrito, mochila o brazos
Por qué: colores, texturas, experimentos, buena accesibilidad, libertad de movimientos, baby friendly
Comenzamos con un hueso algo duro de roer: las vanguardias y el arte contemporáneo del siglo XX. Y es que quizás no se trate de roerlo, sino de “chuparlo”. ¿No entiendes el arte de nuestros días? Visita este museo con tu bebé y él te enseñará a dejarte llevar por las sensaciones y sugerencias, a inundar tu cerebro con los colores y a aguantarte las ganas de tocarlo -y chuparlo- todo. ¡Id a descubrir juntos el intenso “azul Klein” o los ásperos bloques de acero de Richard Serra!

Esta aventura con bebés merece la pena no solo por las maravillas que veréis, sino por lo fácil que lo pone el museo para moverse con libertad y tomarse la visita con calma. A pesar de ser una de las pinacotecas más visitadas del mundo, su estructura -que en origen fue diseñada como hospital- impide que se formen grandes aglomeraciones. Si evitamos los grupos de estudiantes y el Guernica, no tendremos problemas para movernos con bebés o carritos. Además, las salas se distribuyen en torno a un jardín por el que se puede pasear o descansar en los bancos para sosegar la mente y dejar que los bebés duerman una siesta al fresco.
La gran ventaja del Reina Sofía es que el museo piensa en las pequeñas personitas: para niños un poco más mayores, organiza talleres y actividades de lo más interesantes; y para los bebés ofrece en préstamo una mochila de porteo, que se pide gratuitamente en consigna a cambio del DNI. Se trata de una BabyBjörn bastante bien cuidada. Los pros son que te permite abandonar todos los trastos -carrito incluido- en las taquillas e ir con las manos libres, y que como el bebé va mirando hacia delante puede disfrutar de toda la visita con las mejores vistas; los contras son que la mochila no es ergonómica, que al cabo de diez salas duelen los riñones y que si el adulto va solo al baño con el bebé deberá dejarlo atado en el cambiador a 1 metro del váter para usarlo. Sibila ha hecho la visita tanto en carrito como en mochila, y ambas nos decantamos por la segunda opción. Eso sí, le puse el babero por fuera como única medida de higiene porque iba chupando la solapa. Mi recomendación es ponerse la mochila antes de abandonar el carrito para utilizar las dos manos -no es tan follón como parece al principio, a pesar de la falta de conocimientos del personal-. De todos modos, la movilidad con el carrito también es muy sencilla gracias a las rampas y ascensores.
Una vez dentro del museo, es importante tener controladas las ubicaciones del baño y los asientos, como las salidas de emergencia en los aviones antes de despegar. En la planta 1, que es por donde se entra, tenemos dos opciones de asientos para descansar y amamantar -o dar bibe-: entrando a la izquierda, junto al ascensor, hay un banco apoyado en la pared; la segunda opción son los sofás del punto de encuentro -siguiendo mi flecha roja del mapa- que están camino del baño. Si seguimos un poco más adelante y giramos a la izquierda, llegamos a un ascensor, en el que pulsando el botón E0 -entreplanta 0 del edificio Nouvel- llegamos al único baño limpio con cambiador de pañales, espacio para carritos o papás, váter y jabón. Además, en la entrada del baño también hay bancos con respaldo. En la planta 2 encontramos los bancos apoyados contra la pared junto al mismo ascensor -torre 1- que en la planta 1.


Las obras se distribuyen por épocas: en la planta 1 encontramos los bloques de acero del escultor minimalista Richard Serra, en la planta 2 arte hasta 1945 -es decir, las vanguardias-; y en la planta 4 arte a partir de 1945, cuando termina la Segunda Guerra Mundial y triunfa lo abstracto, la diversidad y el diálogo. La planta 3 está actualmente cerrada por obras. El itinerario que os propongo es comenzar por la sala de Serra -entrando a la izquierda-, después la planta 4 y, si aún quedan energías, recorrer la planta 2. Lo más importante es adaptarse a los ritmos de nuestros bebés, que no aguantarán más de hora u hora y media, por lo que hay que escatimar recursos, y la planta 4 es visualmente más llamativa que la 2.
Si elegimos bien el momento y el día para hacer esta visita, el placer está asegurado. Todos saldrán del museo con más material en la cabeza y en la punta de la lengua.
Qué buen plan! Nunca se me hubiese ocurrido ir al museo con un bebé, pero ahora que te leo me parece una idea buenísima para estimular sus sentido y que esté entretenido!! Me encanta!
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Qué bien que te lances a estos lugares con tu bebé. Harás recuerdos valiosísimos para siempre.
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Sí!! A ver si alguna otra mami se anima 🙂
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Muy buen plan con bebés ! Eso sí, el Museo necesita urgente un asesoramiento sobre mochilas ergonómicas si deciden prestarlas, para renovar su stock con modelos que aseguren la posición correcta por la salud de los peques y la comodidad de los porteadores 😉
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Si… Les enviaré una sugerencia sobre las mochilas, aunque ya que tienen esa dudo que la cambien!
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